Suramérica y la seguridad energética: una visión a la luz del sistema político internacional*


Recibido: marzo 23 de 2010
Aceptado: abril 8 de 2010

 

 

DILIA PAOLA GÓMEZ-PATIÑO**

** Abogada CL, Universidad Militar "Nueva Granada", Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales, Universidad Externado de Colombia. Directora de la línea de investigación sobre Seguridad Suramericana, del grupo de Derecho Público de la Universidad Militar "Nueva Granada", de Bogotá, Colombia. diliapg@yahoo.es


RESUMEN

El entendimiento energético global pone a los gobiernos del mundo a medir su capacidad generadora en la jerarquía mundial, especialmente cuando los privilegios de las políticas energéticas constituyen hoy un reto para las naciones suramericanas —caso específico de este análisis— en cuanto a sus procesos y comportamientos energéticos, pues la región deberá acometer si su rumbo en esta materia será propio o multiglobal. Así, las reflexiones que soportan el presente contenido buscan ponderar en el contexto del Sistema Político Internacional (SPI) las realidades que en materia de seguridad energética enfrenta el mundo, y trasladarlas al plano conceptual a fin de esclarecer qué tipo de relaciones deberán asumir los Estados suramericanos con el resto de la comunidad global en aras de reducir su dependencia y potenciar su condición de región productora para llevarla a un liderazgo en materia de generación de energías alternas, únicamente si el proceso de integración de los Estados del Sur se consolida en aras de sacar partido y vislumbar un diseño ágil de políticas de seguridad energética competitivas para el mundo.

PALABRAS CLAVE

Seguridad energética, política de seguridad energética, geopolítica energética, sistema político internacional, potencia regional mediadora.


South America and energy security: An overview according to the international political system

 

ABSTRACT

Understanding energy in the planet put in the face of world governments to measure their generating capacity in the global hierarchy, especially when the privileges of energy policies are now a challenge for the South American nations-specific case of this analysis-in their processes and energy behavior as the region must tackle if its course in this area will own or multiglobal. So, the thoughts that support this content seek to do a balance in the context of the International Political System (IPS), essential realities that energy security in the world is facing and move the conceptual level and from there, to clarify what kind of relations should undertake States South Americans with the rest of the global community in order to decrease dependency and enhance its status as producing region, emphasizing to become possible leadership in alternative energy generation only if the integration of the Southern States is strengthened to take advantage in order to design a competitive politics for energy security for the world.

KEY WORDS

Energy security, energy security, energy security policy, geopolitics energy, international political system, power regional mediator.


SUMARIO: 1. ANÁLISIS INTRODUCTORIO; 2. ANTECEDENTES DEL ESCENARIO GLOBAL; 3. LOS ENTRABES DE LA REGIÓN LATINOAMERICANA; 4. EL SUR EN LA POLÍTICA DE SEGURIDAD ENERGÉTICA GLOBAL; 5. ALCANCE DE LA INTERDEPENDENCIA; 6. EL SIGNIFICADO DE UNA POLÍTICA DE SEGURIDAD ENERGÉTICA PARA LA REGIÓN; 7. INTERROGANTES PARA LA REFLEXIÓN; BIBLIOGRAFÍA.

 

 

1. ANÁLISIS INTRODUCTORIO

Constantemente se recibe información sobre las relaciones energéticas entre los Estados centrales de la jerarquía mundial y las naciones medias y regionales coadyuvadoras, las semiperiféricas y periféricas emergentes1 que entran a formar parte del engranaje del poder energético global en materia de biocombustibles, recursos petroleros y fuentes alternativas de generación de energía.

Como las potencias medias se diferencian de las potencias regionales por el desarrollo de sus capacidades duras y blandas2, cuentan con capacidades blandas muy bien desarrolladas, y las potencias regionales con capacidades duras, grandes y fuertes. Este antecedente de capacidades juega un papel angular en el escenario político del poder energético a la hora de definir en el caso latinoamericano —y especialmente suramericano— el papel que el subcontinente puede desempeñar en la producción y comercialización de biocombustibles en la plataforma mundial de la crisis energética. Por esto resulta esencial manejar el concepto de capacidades duras y capacidades blandas a fin de desarrollar una lógica secuencial que brinde elementos suficientes para responder al objetivo central de la presente reflexión. En principio, las capacidades duras se refieren a los factores materiales (población, superficie, PIB, comercio con el mundo, gasto militar) y las capacidades blandas a los factores inmateriales (PIB per cápita a valores de paridad de poder adquisitivo, índice de desarrollo humano, índice de pobreza humana)3. Entendido esto, nos disponemos a abordar el alcance que la región se alista a encarar políticamente hablando, frente a un panorama energético global en crisis, y que adquiere dimensiones preocupantes en el crecimiento, especialmente en los países emergentes.

2. ANTECEDENTES DEL ESCENARIO GLOBAL

Una vez que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) declarara durante la Guerra Fría que el petróleo sería un arma política, se estaba introduciendo "el poder" como pieza que marcaría la relación en materia energética, de países productores y países consumidores lo cual, aunque tiene vigencia por las relaciones de dependencia, se ha transformado en una pugna de conflictos donde la dimensión política adquiere protagonismo. Para el efecto de este análisis, la seguridad energética atiende a un concepto que abarca los intereses de países, regiones y bloques económicos en la medida en que, ante el fenómeno de la globalización, el mundo se mueve más por alianzas estratégicas que por procesos unitarios de desarrollo; aunque no hay un consenso frente a la definición de seguridad energética, es posible manejar el que más se ajusta al potencial de desarrollo y que se refiere a:

"asegurar el abastecimiento energético requerido por un territorio para proseguir su desarrollo económico y social mediante la garantía de eficiencia en el suministro del recurso energético, eficacia en su distribución, protección del medioambiente gracias a una política que privilegie la sustentabilidad, la elaboración de marcos regulatorios adecuados y la contribución al objetivo de equidad social sobre la base de defensa, preservación y soberanía de su infraestructura ante eventuales amenazas bélicas de carácter interno o externo"4.

Esta definición contribuye a cualquier aproximación que desee hacerse sobre la realidad energética mundial porque contempla dos vértices puntuales del tema: la seguridad económica (abastecimiento del recurso energético y reducción de riesgos de oferta), y la seguridad militar (garantía de la defensa y soberanía territorial y de infraestructura). Entendido así, el tema del consumo de energía primaria que la región suramericana observa, el potencial de hidrocarburos con que cuenta, la exploración de energías alternas como la energía fósil, tejen el ambiente propicio para que el subcontinente amaine la dependencia importadora en los decenios siguientes. Pero la realidad global impone otros vectores que políticamente inciden en el mercado internacional, entre ellos, el esquema de seguridad que maneja la Unión Europea y que se basa en el enfoque de mercados e instituciones5, el cual promueve la creación de un mercado energético a manera de mecanismo autorregulador de la seguridad energética.

Se sabe que no ha sido fácil para Europa como región central de la jerarquía mundial completar el croquis de su política energética porque ha debido primero lidiar con los bemoles del mercado y, subsecuentemente, asumir una actitud prudente frente al bloque asiático en su mayoría conformado por los países árabes productores de petróleo y respetar sus actuaciones como Estados productores además de equilibrar a los Gobiernos de los países consumidores de África, Oceanía y algunos productores de otras latitudes, entre ellas, América Latina. Sabido es, como bien lo ha afirmado Lula da Silva, que:

"es verdad y todos lo sabemos, que el oro verde se acabará pero mientras eso sucede y nada que se acaba, nuestra política por ejemplo, ha de explorar otros potenciales para cuando esto suceda, contar con un arma de cooperación más que de división y aunque nos corresponde jugar las reglas políticas del mercado petrolero que aún vive, los suramericanos debemos dar un paso adelante"6.

Como las empresas energéticas privadas de Europa tienen sus intereses creados en este lado de América7, Europa tuvo a buen término blindarse —quién lo creyera— ante los Estados periféricos con la Carta Energética que contiene todas las obligaciones y tareas que sus países firmantes acordaran cumplir (concertaciones de 1991, 1994, 1998). Ese blindaje responde a dotarse de acciones estratégicas y en bloque para evitar desabastecimiento, agotamiento de fuentes alternas de energía, pasos en falso en la compra de hidrocarburos no producidos en casa e inserción de cuotas propias en los organismos administradores de la política energética.

Dentro de ese panorama, en materia energética la pugna entre dos modelos de desarrollo —el estatista y el sustentado en la atracción de la inversión extranjera— encuentra tendencias enfrentadas respecto al poder geopolítico8.

3. LOS ENTRABES DE LA REGIÓN LATINOAMERICANA

Con un enfoque del mercado mundial de hidrocarburos y recursos energéticos en la mira de las preocupaciones esenciales de los Estados centrales, ¿qué estrategias y alternativas pueden desplegar los Estados periféricos y semiperiféricos? Al destacarse Brasil y México como las naciones latinoamericanas que están consolidando a la región en una potencia mediadora9, conviene que se entienda que ese trabajo debe ir en consonancia con una política energética que jalone el desarrollo conjunto para competir en el mercado bajo una política de seguridad energética que cumpla una tarea axial para el crecimiento en bloque.

Latinoamérica urge por profundizar e intensificar el diálogo en el ámbito de las políticas energéticas para propiciar inversión, y eso es algo con lo que no contaban los países del hegemón pese a la Carta Energética de Europa. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) está concentrada en superar los entrabes de los que la región latinoamericana siempre ha adolecido para una vez subsanadas, las actividades de las compañías energéticas se canalicen en cooperar en aras de permitir a estas compañías la expansión de sus redes energéticas y las interconexiones. Sin embargo, las dificultades que la región identifica y que, en consecuencia, los países suramericanos igualmente observan, pueden cifrarse en:

• Resistencia al proceso de integración dadas las diferencias de las políticas económicas y arancelarias.
• Imprecisión respecto a los flujos de inversiones que deben atraerse del sector energético respecto a producción de energía y financiera o de renta.
• Discusiones sobre financiación de grandes infraestructuras energéticas.

El problema que se debe superar es concebir mejor las estructuras institucionales con miras a unir esfuerzos en torno a los actores energéticos de la región. Para actuar en bloque y fortalecerse políticamente, además de superar las diferencias ideológicas, interesa agruparse en una organización que cobije a las compañías energéticas del subcontinente y que del mismo modo reúna a los actores gubernamentales y empresariales del sector. De ser así, se robustecerían las relaciones energéticas de Suramérica con sus vecinos centroamericanos y norteamericanos, y con el bloque asiático y europeo, pero desde el Sur se estaría jalonando al resto de la región latinoamericana a proyectar su potencial energético.

No obstante, el gas proveniente de Bolivia, Venezuela y Colombia con los insumos energéticos de Chile, Ecuador, Argentina y Paraguay, unidos a los yacimientos venezolanos y brasileros, más el engranaje articular que Uruguay y Perú han emprendido, señalan una ruta en la agenda de la planeación energética de la región que desde la dimensión política demanda una regulación menos retórica y más agresiva acorde con el periodo de crisis del nuevo siglo.

El problema de no superar esas tensiones que han alcanzado un tinte de seguridad militar entre fronteras hermanas dadas las situaciones de conflicto —caso Ecuador-Colombia-Venezuela-Chile-Bolivia— afectan la integración en torno a la unión de reservas de energía del subcontinente. La realidad actual es que Venezuela ha alcanzado los 211.173 millones de barriles de petróleo al cierre de 2009, y que esta cifra incluye los 39.949 millones de barriles clasificados como reservas probadas. Con este volumen confirmado de reservas por 211.173 millones de barriles, en un proceso de certificación internacional en marcha, Venezuela se mantiene como el segundo mayor reservorio mundial de petróleo, solo por detrás de Arabia Saudí (266.000 millones de barriles), y por encima de Irak (113.000 millones de barriles) y Kuwait (94.000 millones de barriles).

Estas cantidades, sin embargo, constituyen menos de la mitad de los 500.000 millones que se creen existen en este país de acuerdo con un estudio10 que asegura que en la Faja del Orinoco de Venezuela existen 513.000 millones de barriles de crudo extraíbles. Se trata de la mayor acumulación de petróleo evaluada por esa agencia estadounidense y casi que duplica los 280.000 millones de barriles recuperables calculados por la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) en esa área de 50.000 kilómetros cuadrados del centro este del país suramericano. Adicionalmente, el estudio del USGS, el primero en evaluar exactamente cuánto es posible sacar del subsuelo con la tecnología actual, confirma asimismo que se trata de petróleo pesado. El Gobierno de Chávez inició recientemente un proceso de explotación de la Faja en el que participan una veintena de petroleras extranjeras, que deben para ello asociarse con PDVSA y crear empresas mixtas, en las cuales el Estado venezolano siempre figura como socio principal.

Chávez ha destacado insistentemente que los estadounidenses también reconocen por primera vez la gran cantidad de gas asociado a ese petróleo que está allí, y lo estiman en 130 trillones de pies cúbicos pese a que llega a estimarse una cantidad cercana a 150 trillones más mientras que en el 2009 se informó del hallazgo, frente a la costa caribeña venezolana, de uno de los yacimientos de gas más grandes del mundo, de 33 kilómetros cuadrados y 8 trillones de pies cúbicos.

Ante esta realidad de riqueza energética del país suramericano, y el potencial de insumos y exploración de energías alternas de Brasil, más la habilitación de los recursos energéticos de las otras naciones suramericanas, actuar en bloque es el canal más confiable para la competitividad internacional pero, ¿qué significa el que esa unión suramericana determine la seguridad energética del subcontinente y le dé carta abierta para consolidarse en la esfera global?

El problema, visto de fondo, es que la energía alternativa es, en palabras de Lula da Silva:

"una realidad que pocos en Suramérica se la quieren creer o bien, un cuento a futuro que nuestra región no se está tomando en serio y así las cosas, no puede ser que sólo, de un lado México allá por el norte y nosotros, Argentina, Colombia y Brasil trabajemos aisladamente sin que nuestros demás países asuman este compromiso de exploración alterna para no quedarnos en el rezago mundial"11.

Ese entrabe viene dado por lo que el mandatario brasilero indicara, pues en la medida que Suramérica tome conciencia de que una fuente de energía alternativa es aquella que puede suplir a las energías o fuentes energéticas actuales, y que no todo es petróleo, puede ofrecer a la comunidad internacional una propuesta real de lo que ambientalmente se conoce como el menor efecto contaminante y el óptimo de renovación.

4. EL SUR EN LA POLÍTICA DE SEGURIDAD ENERGÉTICA GLOBAL

En materia energética, la estabilidad es la primera de una baraja de visiones estratégicas para consolidar influencia regional y global. En esta dirección, resulta bastante interesante examinar las apreciaciones del conocedor de la realidad global y latinoamericana, Alberto ROCHA12, sobre la integración regional como vía para alcanzar la autonomía de América Latina y el Caribe. En ese ejercicio, el estudioso nos anima a mirar a fondo el proceso de autonomía de la región en materia política y económica pero no bajo el simplismo de un latinoamericanismo mal entendido, sino desde un integracionismo autónomo y sostenible. Su examen de esta realidad evidencia que en la lectura de las potencias semiperiféricas habrá que desglosar los componentes más críticos para el desarrollo, en especial cuando se indaga por una realidad en la que el analista reflexiona:

"si la crisis de energía es un agujero negro para las naciones centrales del poder mundial, la conexión de la propuesta de desarrollo endógeno nacional-regional que la corriente neoestructuralista […] plantea, en lo energético lleva a replantearse por qué camino optar a la hora de construir la seguridad energética de la región"13.

A la luz de su planteamiento, y pese a que las diferencias geopolíticas y geoeconómicas que las potencias regionales suramericanas como Brasil y Chile experimentan, su ángulo de análisis deja un cuestionamiento abierto que conviene para todos los observadores que continúen atentos al devenir de las naciones latinoamericanas dentro del SPI frente al potencial energético:

"en la confrontación entre las fuerzas políticas en torno a los recursos energéticos se encuentra que las ideas regionalistas y autonomistas (integración regional alternativa y autónoma) se contraponen a las ideas continentalistas (integración continental neoliberal y heterónoma). Este es un momento histórico extraordinario, pues lo que está en curso es un proceso inédito de reinvención regional que busca alcanzar la unidad y autonomía de la región latinoamericana-caribeña pero en que el futuro energético puede marcar la diferencia"14.

En el tinglado mundial, Suramérica emprende los retos de consumo de energía como una nueva forma de medir el progreso y bienestar de sus pueblos, y este es un punto vital de la agenda de integración por cuanto el concepto de crisis energética obliga a los gobiernos a volver la mirada sobre las fuentes de abastecimiento de energía, las cuales cada vez más se agotan. En el modelo económico actual, el crecimiento constante es esencial, y al observar una alta demanda de energía, países como Brasil y Argentina han liderado la exploración de energía fósil sin descartar la nuclear anticipándose a un colapso con el hallazgo de métodos de obtención. Eso daría para que se propiciara un nuevo poder estratégico si además de estas dos naciones, los otros dos países del Cono Sur —Chile y Uruguay—, más las naciones andinas además de Colombia —Perú, Ecuador, Bolivia y Venezuela— adicional a Paraguay y Surinam, convocaran estudios donde expertos en geología, física, geografía, biología y ramas vinculadas al avance económico y ambiental, determinaran el impacto de las exploraciones y el impulso a las investigaciones en torno a las soluciones alternativas de abastecimiento energético. Sin duda, el aumento sostenido del precio del petróleo es una invitación abierta a la búsqueda de fuentes alternativas de energía.

Por eso, entre el sinnúmero de visiones estratégicas, no hay que desdeñar lo que, aunado a una mirada latinoamericana, representa el gigante asiático y el crecimiento de otras naciones que han insistido en hacer valer su soberanía regional en aras de posicionarse como potencias regionales mediadoras. Entonces, si ese papel influyente no puede únicamente estar medido por los porcentajes del PNB —en este caso de Brasil y Chile— sino que precisa una acción más ambiciosa, para Suramérica —en la medida que tenga que repensar que en la nueva civilización planetaria— la emergencia de potencias del Tercer Mundo como India y México, podrá insertarse con una iniciativa proactiva en los centros de poder mundial y rectificar gran parte de las tendencias que están en curso en la economía y la política mundial a partir del poder energético.

Sin embargo, en este punto del análisis, si el desmadejamiento de Europa en la búsqueda de recursos alternos de biocombustibles prevalece, y el hegemonismo energético se debilita, la comunidad internacional ve con asombro lógico cómo, entre la expansión del poder de las capacidades duras y blandas de las potencias mediadoras regionales, podríamos estar asistiendo a una relación histórica y coyuntural en que la relación recurso-producción-mercado-asociación estaría marcando el ejercicio del poder en el marco energético de modo muy distinto al observado durante la Guerra Fría. En el sistema mundial, reivindicar el papel latinoamericano y en especial el suramericano en el rumbo global, recae en sus potencias y Brasil, por ejemplo, ha enfatizado en que las alianzas tienen que forjarse sobre la base de condiciones equitativas para mercados más justos y márgenes de maniobra competitivos.

Frente a este giro en que los poderosos ya no lo son tanto, y los débiles tampoco, la consigna de Brasil es hacer ver que la distribución de los combustibles, la exploración de fuentes alternas de energía, la generación de biocombustibles para construir un nuevo orden mundial en materia energética, tiene que ser la piedra angular sobre la que los países desarrollados y emergentes trabajen y asuman la responsabilidad de crear un escenario proactivo, y la región juegue un papel audaz en estos momentos de exigencias ante el agotamiento global del recurso energético.

De cara a esto, la evolución de las relaciones energéticas entre los países europeos tiene que sopesar la presencia de inversores extranjeros, pero en el SPI, la seguridad energética y el grueso de esas relaciones en esta región tiene como base el gas puesto que, aunque la discusión está abierta, todos los analistas coinciden en afirmar que el peso del gas en las relaciones europeas tenderá a crecer. En Suramérica, las relaciones se basan en generación compartida para el abastecimiento del consumo energético regional, pero la ausencia de políticas energéticas comunes que estimulan la creación de un microcosmos deriva en la subregionalización y la creación de foros institucionales propios como son la asociación de compañías energéticas del Sur pero en modo aislado.

Siendo así, los países consumidores son dependientes de los productores en la misma región, y dado el enfoque energético mayoritario, se considera que los países importadores-consumidores son dependientes de los exportadores. En el caso del petróleo es más difícil afirmar la existencia de este espacio regional, puesto que hoy los mercados de crudo están técnicamente unificados. Por otra parte, la creciente transnacionalización empresarial energética todavía refuerza más la desaparición de los mercados regionales. Además, es difícil establecer, aunque pueda existir, el componente regional de estas relaciones.

Cuando en países como Venezuela la estabilidad económica y política está directamente relacionada con el volumen de ingresos que recibe por las ventas de hidrocarburos, pero en su sistema interno los racionamientos de energía desvirtúan la coherencia de su autoabastecimiento holgado por la superbonanza petrolera, el reto en el subcontinente es consolidar una política grupal basada en la sustentabilidad de la política interna de cada uno de sus Estados. Esta situación dispar, característica de las naciones periféricas, hace tambalear la seguridad energética y pone de manifiesto que como potencia regional, Venezuela ha planteado para Unasur las consecuencias de no equilibrar sus capacidades duras y sus capacidades blandas al agrietar su seguridad económica, poner en riesgo el abastecimiento del recurso energético y acrecentar los riesgos de la oferta interna. Ante el SPI, la seguridad energética suramericana tendrá que explorar un camino que no sólo ponga al Sur de América de cara a la cooperación para el abastecimiento, la distribución y la inversión en infraestructuras de interconexión, sino que blinde a sus naciones frente al riesgo de shock de oferta y de demanda para elevar el avance regional hacia la escala de potencias mediadoras.

5. ALCANCE DE LA INTERDEPENDENCIA

Cuando en el panorama la interdependencia se hace presente con el segmento intermedio, transporte y almacenamiento de gas, petróleo, biocombustibles e hidrocarburos, Brasil por ejemplo ha propuesto que esa realidad integre a los territorios exportadores e importadores en niveles de igualdad y bajo una política que además de equidad trascienda a la modernidad a fin de proyectar los yacimientos con reglas de diversificación, fuentes de suministro competitivo y ampliación de la conectividad de las redes.

En ese sentido, la interdependencia orientada bajo una política de diversificaciónflexibilización puede establecer las bases para la creación de un sector integrado que, desde Suramérica, cree las condiciones adecuadas para un potencial comercializador con capacidad de maniobra empresarial con los Estados centrales. Como anota Chile:

"Cuando se amplía el estudio de las relaciones energéticas entre países que producen y consumen, se incluyen también las relaciones con y entre las empresas que ejercen su actividad en nuestros territorios. Nuestras naciones pueden convertirse en un país de tránsito en el contexto geoenergético tal como observa Turquía en Europa. De manera que las alianzas en la propiedad del producto exportado y la diferencia que existe entre un análisis basado en términos de país productor y un análisis centrado en las empresas que operan en este tipo de países lleva a reformular el concepto de país productor-exportador. En los últimos diez años, debido a la progresiva entrada de inversión extranjera y liberalización del sector de los hidrocarburos suramericanos, casi la mitad del petróleo que se produce en el subcontinente es extraído en asociación"15.

La energía primaria y el conglomerado de empresas extranjeras, parte de las cuales adoptan sus operaciones en los países de la zona, hacen que el gas y el petróleo crudo sean el epicentro de las relaciones entre las naciones que abordan la progresiva internacionalización de los yacimientos en los territorios con subsuelos ricos en hidrocarburos, pero como esto supone la pérdida del componente nacional de las exportaciones, Colombia por ejemplo ha trasladado a la mesa central de Unasur la propuesta de que las compañías nacionales suramericanas introduzcan una normativización en la que las relaciones de interdependencia determinadas por la extracción de petróleo y gas, principalmente, favorezcan con el impuesto asignado por estos derechos a las empresas, proyectos de desarrollo en infraestructura para la educación, la salud, la recreación y la formación ambiental nacional. La meta sería trabajar las alianzas y los acuerdos de asociación entre las empresas de los países productores y las de los países consumidores bajo criterios estratégicos empresariales que cobijen, además de rentabilidad, una legitimación política nacional de la responsabilidad social.

Esta interdependencia no puede tender sencillamente a que desaparezca el concepto de países productores y consumidores tan bruscamente por lo menos en el caso suramericano. De hecho, en el caso del gas que se comercializa desde Bolivia, el gobierno de este país se blindó con leyes que no permitieran instalaciones conjuntas y, en su mayor parte, en el territorio con el fin de reducir el riesgo de participación mínima para cerrar el paso a la figura de propietarios de la explotación. No obstante, Perú, en el caso de la generación eléctrica, ha llevado otra iniciativa respecto a la interdependencia consistente en que las alianzas entre los Estados y las empresas lleguen a un punto común de interés precisamente para que los intereses antagónicos impacten en menor grado el segmento en que la integración microeconómica necesariamente tenga que darse.

Esta integración, por ahora, es menor en lo que respecta a la comercialización. Por ello, la capacidad de influencia conjunta es prácticamente nula porque todavía, como señala Ecuador, estas alianzas son indicativas de que existe una complementariedad entre las actividades de las compañías nacionales de hidrocarburos y las empresas energéticas de los países, pero falta mucho por regular dicha complementariedad en el segmento intermedio del transporte, porque ahí es menos visible el impacto del beneficio nacional en las otras fases de la cadena energética.

Para lograr un escenario que evidencie un sector energético realmente integrado en el territorio suramericano, habría que tener en cuenta lo que Argentina considera vital para el posicionamiento del subcontinente como uno de los pilares de liderazgo energético desde una potencia regional mediadora hacia las potencias centrales y los Estados semiperiféricos, y es la tarea de asumir que si las primeras empresas energéticas del mundo hacen presencia en suelo suramericano, se proponga matizar el poder que se suele atribuir a éstas, y se inserte a las compañías nacionales de los países del subcontinente en una política ya no sólo de complementariedad sino de poder decisivo en cuanto a rentabilidad y proyección en la cadena de valor para el producto o sector de que se trate, bien sea la prospección de petróleo y gas, la producción y venta de petróleo o la producción y venta de gas natural. Si este poder permea los últimos eslabones de la cadena de valor, cobraría fuerza la tesis de Chile y Brasil en el sentido de que las reservas subcontinentales de petróleo y gas unidas a los esfuerzos en el hallazgo y la evolución de otras fuentes de generación de energías alternas agilicen una normatividad que conduzca el poder de las relaciones energéticas a la independencia de la voluntad de los dirigentes de los países ricos sobre los recursos naturales suramericanos.

Sin embargo, esta percepción podría modificarse si se analizan los componentes de las relaciones energéticas que Venezuela ha observado con el mundo petrolero árabe, pues como estos también tienen empresas energéticas relevantes a nivel mundial, el Gobierno venezolano ha impuesto sus reglas de igual a igual con estas naciones tal como lo ha definido con las empresas norteamericanas y algunas europeas como Exxon Mobil, British Petroleum, Amoco Arco, Royal Dutch Shell, ChevronTexaco y TotalFinaElf, entre otras. Si bien Uruguay considera que esto es posible para la nación suramericana que está mejor parada ante el mundo por su riqueza petrolera, Brasil por su parte estima que bajo un esquema de integración, cualquier intención monopolista que quisiera imponerse sobre cualquier país suramericano pierde efecto en la medida que una política coherente y bien articulada proporciona a la región su capacidad de influir en la escena energética global.

6. EL SIGNIFICADO DE UNA POLÍTICA DE SEGURIDAD ENERGÉTICA PARA LA REGIÓN

Como se dejó en claro el concepto de seguridad energética que para efectos de este acercamiento hemos manejado, conviene recordar que la seguridad entendida no sólo en términos de defensa y soberanía militar sino en el aspecto económico para luego confluir en la injerencia sobre la jerarquía mundial, es justamente a lo que Unasur le apunta desde lo institucional, lo operativo y lo conjunto.

Una política de seguridad energética para la región debe jalonar espacios jurídicos, operacionales, institucionales e interdependientes según se analizó aquí, para garantizar el abastecimiento energético requerido en la continuidad del desarrollo económico y social del subcontinente. A este logro se llega bajo el aseguramiento de la eficiencia en el suministro del recurso energético, la eficacia en su distribución, la protección del medioambiente y las tareas que privilegien la sustentabilidad y la elaboración de marcos regulatorios adecuados para fortalecer el objetivo de equidad social.

Entonces, el significado de una seguridad energética para la región se cifra inevitablemente en las fuentes renovables de energía pues si se toma como referente que estas se basan en los flujos y ciclos naturales del planeta16, esa capacidad de regeneración es la que caracteriza la sostenibilidad en el tiempo y a ello debe tender el esfuerzo suramericano. En las reglas que velen por lo indestructible del planeta es donde se identifica si esa responsabilidad acometida desde los gobiernos es la que determinará el peso del liderazgo de Suramérica en el SPI por su aporte al medioambiente.

Esa seguridad energética se está labrando desde la perspectiva de la integración, pero es necesario llevar a la mesa de las discusiones el tema de la electricidad, la refrigeración y la calefacción como derivaciones de esas fuentes de energías renovables inmersas en un sistema reafirmado por una política energética consistente en el aprovechamiento de los recursos naturales que además de la fuente solar, explore las bondades del estudio agrícola en materia de residuos orgánicos. No sólo el gas es una alternativa, muchas otras fuentes merecen mayor detenimiento en la medida que:

"[…] las energías renovables aseguran una generación de electricidad sostenible a largo plazo, reduciendo la emisión de dióxido de carbono. Aplicadas de manera socialmente responsable, pueden ofrecer oportunidades de empleo en zonas rurales y urbanas y promover el desarrollo de tecnologías locales. En contraposición se tienen los combustibles fósiles (carbón, petróleo, uranio y gas) usados por las energías convencionales, que tienen un tiempo de vida determinado, se agotan y su utilización ocasiona graves impactos sobre el medioambiente. Los hidrocarburos son combustibles de alto valor energético, pero su combustión introduce una variedad de contaminantes en la atmósfera"17.

Aunque desde la perspectiva de Unasur las energías renovables ya ocupan reflexiones centrales alrededor del desarrollo energético, una etapa incipiente las
acompaña porque los gobiernos todavía deben avanzar en cuanto a capacidad instalada de tecnologías no convencionales pese a conformar grandes hidroeléctricas de las que depende más de la mitad del consumo de energía eléctrica en la región, y en lo que Brasil, Argentina y Colombia han venido trabajando para construir conjuntamente una visión de lo que representa ser líder en energías renovables. En Argentina, por ejemplo, el uso de energías renovables —excluyendo la hidráulica— representa sólo el 1% de la energía total18. Esa situación debe revertirse para que sus vecinos aprovechen las fuentes renovables disponibles y puedan llegar a ser fuertes exportadores de energía.

Ahora bien, cuando las alianzas entre unos y otros poderosos de los hidrocarburos, el petróleo, los biocombustibles y las generaciones novedosas de energía se fusionan, surgen tensiones de índole política que en algunos casos pueden derivar en enfrentamientos que trascienden la convivencia normal de los pueblos. Es ahí cuando se plantea un escenario en que las agresiones de frontera a frontera pueden llegar a requerir la intervención militar y se recurre entonces a blindar toda esa política integracionista con componentes mínimos y máximos para la defensa, la preservación y la soberanía de infraestructuras ante eventuales amenazas bélicas de carácter interno o externo.

En el caso suramericano, las diferencias alrededor de lo energético por pugnas de canales territoriales de suministro se reflejan en los casos de Chile-Bolivia, Ecuador- Colombia, Venezuela-Colombia. Es la realidad energética suramericana porque compromete el abastecimiento del recurso energético, la reducción de riesgos de oferta y la seguridad militar en sí misma por impactar la garantía de la defensa y la soberanía territorial y de la infraestructura igualmente.

El problema de la región ha sido, como bien lo señala el Gobierno brasilero19, que las diferencias ideológicas han salpicado la unión y concertación en torno al recurso energético y esto debilita el proceso de integración para pesar en el escenario global como potencia regional mediadora y emergente.

No es nada despreciable que gobiernos de una región como Suramérica, que sólo mantenían relaciones diplomáticas formales y más bien cargadas de desconocimientos, temores y percepciones de conflicto, en menos de una década definan un ambicioso horizonte como el antes analizado y, pese a las divergencias y tensiones, se conforma Unasur como resultado del proceso de acercamiento.

Ahora bien, esos avances del acercamiento suramericano se enfrentan con obstáculos que pueden dificultar y hasta impedir un real proceso de integración, como son los siguientes:

1. El peso de las alianzas ideológicas, de los proyectos geopolíticos y de los liderazgos nacionalistas y caudillistas que impiden las convergencias regionales.

2. El predominio de las diferencias políticas entre los gobernantes suramericanos —incluso dentro de los sectores favorables a la conformación de un bloque autónomo regional— sobre tipos de desarrollo, modelos de integración y opciones de inserción internacional.

3. Los problemas de seguridad que deterioran las relaciones entre distintos gobiernos, así como la política estadounidense, que se ha aprovechado de las
tensiones binacionales y de las urgencias de corto plazo de cada país suramericano para reforzar la fragmentación regional.

4. La reducción indefinida de Unasur a la concertación política y la no disposición a construir una integración más profunda que implica compartir soberanía e
instituciones supranacionales.

5. La ausencia de sectores de la llamada sociedad civil en su puesta en marcha, así como de voluntad política de los gobiernos, lo que impide construir políticas públicas de mediano y largo plazo para la integración ligada al desarrollo y con fuerte consenso social.

La certidumbre o no observada por el mundo respecto a un territorio rico en recursos energéticos es un indicador de desarrollo que la jerarquía internacional tiene en cuenta a la hora de insertarse en la mesa de las decisiones energéticas. Si no se ofrece confianza en materia de seguridad territorial, con parámetros mínimos y máximos de convivencia fronteriza, la inversión extranjera se debilita; este es el dolor de cabeza con que Brasil ha tenido que lidiar en el subcontinente las relaciones del poder energético en su condición de potencia regional. No puede desarticularse toda una política energética por cuenta de un conflicto político que deriva en tensiones fronterizas que entraban la integración toda vez que si se han pactado acuerdos en los proyectos de interconexión, distribución, diversificación y generación, estos terminan siendo susceptibles de rupturas o interrupciones.

De manera que, si se analiza el caso colombiano cuando su conflicto interno que primero postró al país con las constantes voladuras a su infraestructura de torres, oleoductos y gaseoductos en costos de reparación, reestructuración y despliegue de custodia militar20, se diría que cuando el conflicto se extendió a las fronteras de Ecuador, Brasil, Perú y Venezuela, la vecindad entró a mirar de fondo el problema y a llevarlo a la mesa de la discusión energética en la medida que dimensionó que la preservación de los territorios fronterizos era clave en el avance de los procesos de integración en torno a las fuentes de recurso energético natural.

Siendo así, si Suramérica tiene grandes posibilidades de ser un gran reservorio de fuentes de energía, punto de partida de nuestras reservas fósiles, hablando de gas y hablando de petróleo, y de desarrollar energías alternativas, el subcontinente tiene que acometer su compromiso en cuanto a la seguridad energética. En consecuencia, a los Estados suramericanos les corresponde reducir la conflictividad geopolítica frente al desarrollo energético porque si Venezuela, detrás de Kuwait, es el gigante petrolero del mundo, una vez certificadas las reservas de la Faja del Orinoco (2009-2010), que convierten a este país caribeño en la mayor reserva de crudo del planeta, Unasur en bloque se apunta como la cuarta potencia gasífera y de crudo del planeta; la novena reserva probada y el séptimo productor mundial de carbón mineral. Dos de sus integrantes dominan el ciclo completo de manipulación del uranio para la generación nucleoeléctrica además el único bloque regional del mundo autosuficiente en materia energética. Estas son razones suficientes para que las tensiones geoestratégicas se superen y desentrañen, y el proceso de integración energética —cuya resolución es política— avance para garantizar a sus miembros seguridad energética y erigirse en la jerarquía internacional como potencia duradera y equilibrada de energéticos y de modo sostenible.

Si los puntos en desencuentro se canalizan en los vectores básicos como la energía solar que, aunque con aplicaciones relativas, aún se restringe a zonas rurales, esas aplicaciones a gran escala pueden converger con la producción de energía limpia y las energías renovables para reducir la dependencia de las importaciones energéticas, y así también limitar el efecto invernadero puesto que las energías renovables llevan en sí mismas la solución de muchos de los problemas ambientales ya que están en capacidad de cubrir un tercio del consumo de electricidad y reducir las emisiones de dióxido de carbono. Adicionalmente, contrarrestan los efectos del cambio climático, los residuos radiactivos, las lluvias ácidas y la contaminación atmosférica. Suramérica tendrá que enfrentarse a desafíos técnicos para producir las energías renovables en aras de su seguridad energética que también implica alternativas oportunas, sustentables y limpias.

Con el desarrollo de la tecnología, Unasur puede encontrar el camino hacia costos más bajos de instalación y rápida amortización abandonando el uso de combustibles fósiles y el cambio hacia las energías renovables cuya implementación masiva de tecnologías renovables no convencionales le demarcarían un destino potencial en el mundo si se sabe explotar su papel privilegiado al poseer el mejor punto del planeta para la generación de energía eólica: La Patagonia. Y, si su alianza se consolida, puede trasladar este potencial al resto de la región latinoamericana donde con el Istmo de Tehuantepec en México, el subcontinente puede jugar un papel preponderante en el hegemón mundial.

Colombia, por ejemplo, en la búsqueda de otras energías renovables está explorando la energía mareomotriz dado su privilegio de tener dos costas, y Chile se inicia en la energía geotérmica con varias zonas potenciales identificadas y varios proyectos en marcha. En Brasil, la biomasa observa desarrollos considerables en la generación de energía y combustibles sin desconocer las discusiones del precio de los alimentos con plantaciones de bajo impacto para este fenómeno, y es sabido que Argentina y Brasil se perfilan como grandes exportadores a escala mundial de biodiesel.

Con este tipo de esfuerzos se promueve el interés regional por la generación de energía eólica, energía solar y energía geotérmica, entre otras, además de impulsar la inversión y el desarrollo de investigaciones a través de incentivos fiscales y subsidios por cada kilovatio generado mediante fuentes no fósiles. Si esta normativa logra consolidarse, Suramérica seguirá avanzando hacia una tecnología que la acercará cada vez más al reemplazo definitivo de las energías no renovables, y esa capacidad de disponibilidad energética de las fuentes de energía renovable puede tornar su papel en el SPI para ocupar en la jerarquía mundial un papel que trasciende su carácter de región emergente con la explotación de sus capacidades duras y blandas.

7. INTERROGANTES PARA LA REFLEXIÓN

De todo lo anterior nace una pregunta que aún no tiene respuesta sólida en ninguno de los países suramericanos y es: ¿qué capacidad de oferta y competencia tendrán los pequeños campesinos respecto de los grandes grupos de inversionistas nacionales y extranjeros que comienzan a actuar a gran escala en el sector bioenergético?

Actualmente, con la intensa explotación de los pozos petrolíferos en todo el mundo, se estima que el petróleo se extinguirá entre los próximos 100 años en nuestro planeta. Este es un gran problema, ya que la gran mayoría de las máquinas, automóviles, etc., funcionan a partir de derivados del petróleo. Es por esto que hoy en día se están tratando otras formas para la obtención de nuevos recursos (renovables) que sean capaces de aportar la energía necesaria, al igual que lo hace el petróleo. Otra manera de obtener petróleo es a partir del carbón. Se estima que hay todavía carbón para los próximos 500 años. Es por este motivo que mediante procesos químicos se puede obtener petróleo sintético a partir del carbón, gracias a los continuos avances tecnológicos.

Con las demandas de los combustibles fósiles se perfilan vertiginosamente las investigaciones en materia de biocombustibles. Sólo las crisis surgidas en los sectores de combustibles fósiles en los últimos tiempos han permitido que se renueven las esperanzas y se comience a investigar de nuevo en este tipo de energías.

Es importante destacar que los biocombustibles son una alternativa más en busca de fuentes de energías sustitutivas, que sirvan de transición hacia una nueva tecnología (por ejemplo, hidrógeno). Por una parte afirman que el biodiesel es el combustible renovable que tiene el mayor potencial de desarrollo en el mundo.

Se puede usar puro o mezclado con gasoil en cualquier proporción, en cualquier motor diesel.

De todo lo anterior se puede establecer que es inminente un cambio total en pocos años al uso de los biocombustibles; se debe buscar la mejor forma de hacerlos viables, funcionales y productivos para todos los países suramericanos, que si actúan en un grupo mancomunado políticamente, harán de los biocombustibles la fuerza futura en busca de fuentes diferentes al petróleo. Adicionalmente, las empresas poco diversificadas en términos de actividades son empresas muy concentradas regionalmente, de ahí que la propuesta de Brasil, Paraguay, Uruguay y Perú de impulsar políticas basadas en el mercado busquen desplazar los núcleos de poder en las relaciones energéticas suramericanas donde se da entonces un claro predominio de las empresas que operan en el tramo intermedio de la cadena gasista, y que son las compradoras-demandantes de los hidrocarburos. En términos de seguridad energética este predominio, que parece producirse en detrimento de las productoras exportadoras de acuerdo con lo que sostiene Argentina, plantea un escenario nuevo: "la seguridad energética puede no tener las mismas implicaciones para los gobiernos, las empresas energéticas y los consumidores finales (hogares y empresas)"21.

Esto todavía cobra más fuerza si tenemos en cuenta que, en muchos casos, los accionistas de los proyectos empresariales son fondos de inversión extranjeros o transnacionales y, por ello, totalmente alejados de cualquier tipo de lógica de consumo nacional.

Entonces, los cuatro tipos de actores energéticos que confluyen en el espacio geoenergético del subcontinente suramericano: países productores, de tránsito y consumidores, además de las empresas, son susceptibles de revitalización cuando se añade el componente financiero de los hidrocarburos, de modo que el objetivo prioritario de los actores energéticos resulta no ser la producción de energía, sino obtener su parte del excedente energético en forma tal que los objetivos que pretenden lograr los cuatro tipos de actores sustenten la cadena energética basada en los hidrocarburos y expliquen el actual escenario de seguridad en el ámbito internacional marcado por un peso creciente de los grandes conglomerados energéticos euromediterráneos y mixtos.

Unasur se propone estudiar el impacto que en los países productores se puede dar a partir de dos tipos de actuaciones:

1. La que da un mayor énfasis en la producción de energía (objetivo intermedio) y que intenta mantener su parte de renta nacional, invirtiendo y participando en otras fases de la cadena energética en los países consumidores.

2. La que observa un mayor énfasis en el objetivo financiero al valorizar al máximo las ventas de energía primaria para crear fondos de inversión institucionales. Esta faceta financiera del petróleo se ha acentuado con las políticas propuestas por los organismos económicos internacionales.

En la política energética suramericana sería conveniente la creación de fondos de ahorro y estabilización, cuyo principal objetivo es convertir un activo físico como es el petróleo en activo financiero22, para que los países exportadores los inviertan en los mercados de capitales internacionales. Ello podría llevar a que los Estados de los territorios productores vean sus fondos, más que el petróleo físico, como el nuevo instrumento de política internacional.

De estas dos opciones, la primera, aunque en muchos medios de comunicación se le ha calificado de nacionalismo energético, tiende a reducir el grado de intervención del Estado productor en la producción de los bienes energéticos, por reforzar el papel de las alianzas empresariales y fomentar la creación de conglomerados transnacionales energéticos microeconómicos. La segunda, por el contrario, tiende a reforzar el papel del Estado y las compañías petroleras nacionales en el ámbito de la extracción-exportación, y favorece un mayor peso en la política y economía internacional de los Estados de los países ricos en hidrocarburos.

Ante la realidad de que los países supuestamente más "ricos" que el resto experimentan peores resultados en términos de progreso económico y reducción de la pobreza que aquellos países que no han gozado de este aparente beneficio, Unasur reflexiona en profundidad y estudia seriamente el caso venezolano en cuanto a cómo las políticas fiscales deben procurar, además de la seguridad de suministro de las empresas, un plan articulador de los segmentos de la producción, el transporte, la comercialización y la cogeneración eléctrica. Gracias a una política energética con un claro contenido nacional es posible mantener un mayor equilibrio entre los demandantes y los consumidores.

Y por último, aunque el objetivo de las empresas sea lograr beneficios, el subcontinente suramericano debe distinguir entre dos tipos de estrategias, una en
la que prima la inmediatez de los beneficios, y otra que favorece la obtención de estos por medio de la producción de energía real a largo plazo. Hoy en día, prima la primera de estas opciones, puesto que las estructuras de financiación de las grandes corporaciones transnacionales están controladas por grupos bancariosfinancieros, o están basadas en grandes fondos de inversión captados en los mercados de capital internacional.

En ambos casos, el resultado que se espera de las empresas energéticas es una rentabilidad alta e inmediata. Este resultado es contrario al objetivo de producción de energía. Ello se explica porque el objetivo de rentabilidad inmediata es opuesto a la realización de las costosas inversiones que requiere la producción de energía —en infraestructuras y tecnología—, como también es contrario al mantenimiento de alianzas empresariales a largo plazo, que obligan a contratos flexibles y adaptables al cambio del entorno. En estas condiciones es muy difícil —ante una industria altamente monopolística— asegurar el suministro de consumo energético. En el caso en el que desde las empresas se definan estrategias a largo plazo, es más fácil asegurar un flujo constante y a largo plazo de suministro energético. Aunque el grado de ello, también, va asociado a la forma en que se financien las empresas y —aunque hoy en día sea políticamente incorrecto decirlo— al tipo de propiedad de la empresa energética.

En Suramérica, las políticas que favorecerán una mayor seguridad energética se basan en que para las empresas de los países productores, se favorezcan las alianzas entre gobiernos y empresas energéticas domiciliadas acompañado esto de una regulación energética que contemple de forma clara que los demandantes nacionales suramericanos de energía primaria no son los mismos que los consumidores de los bienes energéticos.

Asimismo, es necesario buscar formas alternativas de financiación regional de las empresas del sector energético y articular estas políticas con el conglomerado de intereses energéticos globales árabes y supra asiáticos así como euromediterráneos existentes pues, en caso contrario, si las políticas de seguridad energética tienden a potenciar el lado extractor de las empresas nacionales sólo se favorece a las empresas privadas domiciliadas en determinado país y a los consumidores nacionales, y se excluye el mercado extracontinental por lo que se exige una rápida y creciente rentabilidad a las empresas, enfatizando en la faceta financiera de los hidrocarburos.

Así las cosas, el objetivo de seguridad de suministro para el consumo energético debe responder a decidir el aspecto crucial de si Suramérica apuesta por políticas energéticas propias o multiglobales y, en este contexto, es en el que se deberán analizar los objetivos esenciales de la integración y el rol de las infraestructuras de transporte e interconexiones. Únicamente así, con la intención de elaborar una revisión seria de lo que ha sido el subcontinente suramericano ante la comunidad global en materia de poder energético, se podrá avizorar cómo su potencial en el proceso de articulación con los procesos y comportamientos energéticos del mundo donde la autonomía aporta un papel fundamental, ha cobrado forma. Sólo así puede darse viabilidad a la región en medio del nivel de impacto que estos privilegios del entendimiento energético tienen sobre su capacidad generadora para responder en la jerarquía mundial, especialmente cuando apenas nos distancian a lo sumo 100 años para que se agoten las reservas de crudo en el planeta. Este es un interrogante que termina siendo el reto: ¿cuánto más deben esperar las naciones suramericanas para la aplicación de políticas cooperantes y no supresoras de las capacidades duras y blandas con que cuentan para hablar verdaderamente de la hora suramericana en el ajedrez energético del mundo?


* El presente artículo es producto de investigación dentro del proyecto "Biocombustibles: ¿nuevo sector estratégico para la seguridad energética suramericana?", adscrito al grupo de Derecho Público de la Universidad Militar "Nueva Granada", reconocido en Categoría B por Colciencias.


1 Clasificación de Inmanuel Wallerstein, Estados centrales, Estados semiperiféricos y Estados periféricos, Madrid, Siglo XXI, 2005. En consecuencia, se deriva la clasificación de Carsten Holbraad, Teoría política internacional: potencias grandes o superpotencias, potencias medias y Estados pequeños, Londres, MIT Books, 2003, pp. 197. Adicionalmente, se complementa con la clasificación de Rocha Valencia y Morales Ruva lcaba en potencias mundiales o superpotencias, potencias medias, potencias regionales y Estados periféricos emergentes en el ensayo El Sistema Político Internacional de post Guerra Fría y el rol de las potencias regionales mediadoras, en Revista Espiral, Universidad de Guadalajara, núm. 43, vol. XV, 2008, pp. 23-75 p. Así, las potencias medias se diferencian de las regionales por el desarrollo de sus capacidades duras y blandas, y las potencias medias cuentan con capacidades blandas muy bien desarrolladas mientras que las potencias regionales con capacidades duras, grandes y fuertes.

2 Joseph Nye, La paradoja del poder norteamericano, Santiago, Taurus, 2003, pp. 66 y 67. Respecto de los conceptos de "capacidades duras" y "capacidades blandas", reconocemos la influencia de los trabajos de Joseph S. Nye Jr., cuando distingue entre el "poder duro" y el "poder blando" de un Estado nacional. Nye explica que "el 'poder blando' radica en la capacidad de atraer y persuadir, más que de obligar […] surge de lo atractivos que resulten los ideales políticos, la cultura y las políticas de un país"; mientras que en "el 'poder duro', la capacidad coercitiva, proviene del poderío militar y económico de un país", para una aplicación de los conceptos de "poder duro" y "poder blando", aunque limitado a los estudios de las principales potencias comerciales
del mundo.

3 Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el desarrollo humano es un estado en el que los pueblos pueden vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus necesidades, valores e intereses.En este sentido, el índice de pobreza humana (IPH) mide el progreso general de un país en su meta por lograr el desarrollo humano, refleja la distribución del ingreso y mide el retraso de privación que sigue existiendo. El IPH se determina respecto de los países en vías de desarrollo (IPH-1) y los países industrializados (IPH-2).

4 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), "Oportunidades y riesgos del uso de la bioenergía para la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe", 2007, en http://www.rlc.fao.org/es/prioridades/bioenergia/pdf/bioenergia.pdf (Fecha de consulta: 10 de febrero de 2010).

5 Comunidad Económica Europea, "Informe Comité Energético", 2008, en http://europa.eu/generalreport/es/ rg2008es.pdf (Fecha de consulta: 12 de febrero de 2010).

6 Consejo Europeo, "Energy Charter Treaty de 1994 y corregida por el Trade Amendment de 1998; Energy Charter Protocol on Energy Efficiency and Related Environmental Aspects, 1994", en http://www.encharter.org/index. php?id=28 (Fecha de consulta: noviembre 15 de 2009).

7 Página de la Comisión Europea sobre el mercado del gas en la UE, en http://europa.eu/pol/ener/index_es.htm (Fecha de consulta: noviembre 10 de 2009).

8 Puede ocurrir que persista una caída de la demanda y los precios del petróleo que podrían afectar iniciativas como las venezolanas que han dinamizado el tema en el acercamiento suramericano, aunque tienen su propia lógica por fuera de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

9 Inmanuel Wallerstein, Análisis de Sistemas-Mundo. Una introducción, Madrid, Siglo XXI Editores, 2003.

10 Reporte gubernamental del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por su sigla en inglés), en http://www. usgs.gov/ (Fecha de consulta: enero 25 de 2010).

11 Primera Cumbre Energética Suramericana, abril de 2007, Isla de Margarita, Venezuela, en http://uniondelsur. menpet.gob.ve/ (Fecha de consulta: octubre 12 de 2009).

12 Profesor-investigador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, Universidad de Guadalajara.

13 Oswaldo Sunkel, "La integración regional como vía para alcanzar la autonomía de América Latina", Revista electrónica del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de Guadalajara, año 1, núm. 2, enero-junio, 2010.

14 Idem.

15 Declaraciones de Carlos Almanza Latorre, secretario Regional de Minería del Gobierno chileno en el Encuentro Regional sobre Eficiencia Energética y Desarrollo Sustentable para la Región Suramericana, Guayaquil, agosto de 2009, en http://www.minmineria.cl/574/article-6629.html (Fecha de consulta: febrero 2 de 2010).

16 Amauren Villabona, Definiciones energéticas para un mundo libre, México, Universidad de Guadalajara, Plus Ediciones, 2008.

17 Cristian Frers, La importancia de las energías alternativas, 2008, en http://www.biodisol.com/medio-ambiente/ la-importancia-de-las-energias-alternativas-por-cristian-frers-energias-renovables-cambio-climatico/ (Fecha de consulta: noviembre 12 de 2009).

18 Idem.

19 El Gobierno brasileño ha dicho que el Consejo de Defensa no será una alianza ni una fuerza militar suramericana sino un foro de consultas e integración entre los ministros de Defensa, y que no se pone en marcha contra nadie ni para intervenir en los asuntos internos de ningún país. Además, ha agregado que como las industrias de defensa suponen un sector de desarrollo económico para la región, el Consejo prevé fomentar las compras gubernamentales en empresas suramericanas (Unasur).

20 Durante el 2005 se reportó un incremento del 25% en el número de ataques a infraestructura petrolera por parte de la guerrilla respecto del 2004, siendo Putumayo y la Costa Atlántica las zonas más afectadas. El Gobierno colombiano tuvo que acometer una militarización con una brigada de 4.300 hombres, dos batallones de una brigada móvil y parte de las fuerzas especiales.

21 Gonzalo Escribano, Seguridad energética: concepto, escenarios e implicaciones para España y la UE, 2006, Real Instituto Elcano, en http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/ elcano/elcano_es/zonas_es/economia+internacional/dt33-2006 (Fecha de consulta: noviembre 30 de 2009).

22 Barnett y Ossowski hablan del peso de la Dinar Diplomacy en las relaciones Kuwait-Estados Unidos. De hecho, este libro muestra que el principal instrumento de la política exterior kuwaití es la Kuwait Investment Office (KIO), ya que los crecientes déficit (exterior y público) estadounidenses vinculan a KIO con el destino de las economías occidentales.


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